El Panteón de Oriente de Durango se ha convertido en un recinto de gran relevancia cultural debido al extenso acervo histórico y monumental contenido en él. El Museo de Arte Funerario Benigno Montoya surgió de la gestión realizada por la maestra Elia María Morelos Favela logrando su consolidación en el año 2002, teniendo como principal objetivo el de preservar y difundir el patrimonio contenido en el recinto funerario.
El museo lleva el nombre de uno de los canteros y arquitectos de mayor presencia en Durango en cuanto al arte religioso: Benigno Montoya, descendiente de una dinastía de canteros, destacó como constructor de templos, baldaquinos, ángeles y demás elementos ornamentales parcializados al estilo neogótico. El maestro tuvo una importante producción arquitectónica durante el periodo pofiriano y hasta su declive en 1910.
Posteriormente Montoya se refugió en el arte funerario alcanzando a proyectar diferentes morfologías angelicales, desde serafines, ángeles de la guarda, apocalípticos y los Arma Christi que divulgan los símbolos de la pasión. Benigno proyectó además capillas funerarias que en el marco del eclecticismo se parcializaron al concepto teológico de la luz, manifiesto en el diseño neogótico que busca la ascensión de las almas.
Al transcurso del tiempo el Panteón de Oriente se ha ataviado de numerosos monumentos funerarios, desde obras de la familia Montoya, hasta obras proyectadas por artistas italianos. Este gran auge monumental alcanzó su mayor esplendor durante la llamada “Belle Époque” y durante la primera mitad del siglo XX, la preponderancia escultórica en el recinto fue elaborada por alumnos de la escuela Montoya.
Al transcurso del tiempo el Panteón de Oriente se ha ataviado de numerosos monumentos funerarios, desde obras de la familia Montoya, hasta obras proyectadas por artistas italianos. Este gran auge monumental alcanzó su mayor esplendor durante la llamada “Belle Époque” y durante la primera mitad del siglo XX, la preponderancia escultórica en el recinto fue elaborada por alumnos de la escuela Montoya.
En la actualidad este cementerio resguarda un acervo de más de setecientos monumentos funerarios divididos en tipologías artísticas e históricas. Tipologías que parten desde la más sobria lápida hasta la más bella y ornamental capilla, pero en su conjunto se ha convertido en un patrimonio cultural que trasciende en el país, al haber sido conformado como el primer museo de arte funerario en México.
Panteón de Oriente
La gestión realizada por el entonces obispo de Durango, José Antonio Laureano de Zubiría y Escalante, fue imperante para la iniciación de un cementerio que cumpliera con las necesidades de higiene, debido a que los cementerios atriales ubicados en los principales templos de la ciudad ya se encontraban sobrepoblados, fungiendo como último camposanto el adjunto al templo de Santa Ana.
El nuevo cementerio se buscó establecer al oriente de la ciudad y en un principio llevó por nombre “Mansión del Reposo”, esto por su connotación de carácter religioso. Su nomenclatura quedó plasmada en la cartela del pórtico de acceso, además del asentamiento de los primeros emplazamientos arquitectónicos del recinto, como lo fue la Capilla Ardiente y el Columbario, que dieron el sentido conservador al espacio.
El cementerio cambió su nombre a Panteón de Oriente ligado a la implementación de las leyes de reforma durante el gobierno juarista, por lo que se estableció una junta directiva que continuaría con el proyecto del nuevo cementerio.
La junta directiva contó con los siguientes integrantes:
D. Dolores Grimaldo, Felipe P. Gavilán, Ladislao López Negrete, Juan Bautista de Olagaray, Ángel Juambelz, Clemente García, Tomás Chávez, Juan F. Escobar, Rafael Peña, Francisco Álvarez, Jesús Arritola, Sres. Vázquez y Díaz, Juan de Dios Palacios, Da. María Ignacia López, Manuel Gavilán, Jesús Díaz Lotes de Vargas Cuadras, D. Juan Castañeda, Genario Ríos, Fermín Amezaga, Rodrigo Durán, José María Fernández Leal, Antonio López, Eusebio Ostolaza, Sebastian Barrera, D. Liberato Ortigosa, León Ortigosa, D. Luis Hevia, D. Jorge Vázquez, D. Ignacio Hevia, D. Gertrudis Parra, Jesús Saucedo, D. Miguel Aguilar, D. Nicolás Tinoco, D. Carlos Lodoza, Diego Arguelles, D. José María Minjarez, D. Jesús Centeno, Pablo Jáquez y D. Aniceto Parra.
El Panteón de Oriente se encontró inmerso en sus inicios a una parcialidad arquitectónica que era propia de su época, donde el elemento que preponderó fue el neoclasicismo.
Durante el periodo porfiriano el recinto se encontró ataviado con un importante número de monumentos que fue creciendo paulatinamente y en los que fueron proyectados los estilos arquitectónicos historicistas que nos recordaban las antiguas catedrales góticas de la Edad Media o los estilos ornamentales que fueron propios de la antigüedad clásica.
La figura que resalta en este cementerio es Benigno Montoya, por su gran aportación escultórica y arquitectónica, habiendo desarrollado trabajos de índole religiosa, donde materializó ángeles, ánimas o escenas de la Pasión de Jesucristo. Destaca también la manufactura de capillas atribuidas a la familia Montoya, donde se percibe una parcialidad estilística a la arquitectura neogótica.
Actualmente el Panteón de Oriente cuenta con un acervo monumental que asciende a más de setecientos monumentos funerarios, estos se encuentran conformados por tipologías que van desde la sencilla lápida hasta esculturas, obeliscos, túmulos y capillas. Los monumentos se encuentran protegidos por el INAH y el INBAL en colaboración con el Museo de Arte Funerario Benigno Montoya desde su fundación en el año 2002.