La ciudad de Durango es cuna de personajes, hombres y mujeres que han alcanzado relevancia en el estado, en el país, incluso han tenido impacto a nivel internacional. La construcción de una sociedad y de un país se logra con el trabajo cotidiano y el talento de cada uno de sus personajes, la sociedad en su conjunto aporta en la conformación cultural de cada entidad.
Durango se ha construido de la mano de su sociedad, de artistas, costureras, zapateros, músicos, pintores, albañiles, cocineras, de hombres y mujeres de generaciones que fueron protagónicos o antagónicos en el pasado y que ahora descansan en este Panteón de Oriente. Algunas figuras han llevado el nombre de Durango a lo alto y han dejado un legado en nuestra sociedad, algunos de ellos ahora descansan en la Rotonda de Hombres y Mujeres Ilustres, pero muchos otros aún permanecen en sus sepulcros originales.
La importancia de este recinto sepulcral, no sólo se parcializa a sus componentes ornamentales y estéticos, se trata de un conjunto que engloba un patrimonio cultural, siendo cada uno de sus personajes el epicentro que propicia el recordar una época, momentos del pasado que se reflejan en la arquitectura civil y religiosa, en el auge económico de un periodo, en los acontecimientos del pasado que marcaron significativamente la historia de Durango.
Prevalece la memoria de estos personajes a través de su aportación a Durango y al mundo, como lo fueron las figuras del empresario y político Pedro Escárzaga, el empresario Roberto Windisch, el torero Juan Jiménez Ripoll, la familia Damm y sus prominentes
personajes, don Carlos Bracho Zuloaga, el profesor Manuel Lozoya Cigarroa, el músico Alberto M. Alvarado, el primer administrador del Panteón de Oriente Juan B. Olagaray, Felipe Pescador, don Buenaventura G. Saravia, José María Patoni, Francisco Álvarez Balmaceda y Luis Álvarez Zubiría. Sacedotes como san Mateo Correa Magallanes y el deán José de Jesús Contreras, y por último, el embajador de México en el Vaticano Federico Ling Altamirano.
El Panteón de Oriente aún contiene innumerables historias legadas por los que en él moran, pues cada persona que aquí descansa forma parte de un conjunto social y cultural que se ha convertido en nuestro patrimonio.