Este memorial encargado por la viuda de Antonio Treviño se conforma a partir de un pedestal de cantera; estructura arquitectónica ataviada con cajeados y acabados de placas de mármol que manifiestan epigrafía funeraria. En la cornisa del pedestal se proyecta un relieve alusivo a hojas de palma, enmarcado por frontales curvilíneos hacia las cuatro dimensiones del pedestal.

La escultura es un ánima que ha renacido; simbolismo dado por la peana formada por acabado de piedra, y esta asciende al cielo a partir del simbolismo de la nube que se encuentra a sus pies.

El ánima asciende ofrendando una guirnalda de rosas y pensamientos que rodean el copón, este como símbolo platónico que evoca la liberación del alma del cuerpo. El cuerpo es representado por el copón, elemento donde habitó el espíritu que ahora yace en este sepulcro. Mientras tanto, el ánima vuela al cielo representado a través de las alas que despliega para alcanzar la gloria del paraíso.

Monumento realizado para Antonio Treviño quien falleció de 73 años de edad, el 11 de agosto de 1931, dedicado por su esposa.