Este monumento funerario ocupa un lote casi en su totalidad. Se estructura sobre una base cuadrada y perimetrada por fragmentos de herrajes sostenidos por obeliscos.

En el área central se elevan tres plataformas y en la última un catafalco que funge como altar que nos recuerda la santidad de los que murieron por la fe, su cuerpo se convierte en reliquias sagradas. Este altar de sobria composición ostenta epigrafía alusiva a las doctrinas paulinas, y sobre la mesa aparece una cruz latina sin ornato alguno.

Custodiando el altar y sepulcro del deán, orientado al poniente se levantan cuatro columnas fasciculadas que se alternan con dos arcos peraltados y dos escarzanos. Las columnas aparecen con dos anillos con hoja de acanto en la base y tres anillos superiores con arcos ojivales, mientras los filetes son decorados por hojas de acanto.

Los cuatro arquitrabes del baldaquino son decorados por simétricos gabletes labrados en bajo relieve; estos enmarcan la dedicatoria que hace el pueblo de Durango a la memoria del Sr. deán José de Jesús Contreras.

Sobre las cuatro columnas en la parte superior es rematado el conjunto por pináculos de tres cuerpos; estos son ornamentados nuevamente por tracería neogótica de arcos monolobulados, ojivales y trilobulados, que en las agujas son decorados por trepantes de fronda.

Sobre la cornisa y flanqueado por los pináculos aparece una balaustrada decorada por peanas galloneadas sobre las que se colocaron cuatro copones formados por una gruesas hojas de acanto.

Este monumento funerario es uno de los más prominentes en su dimensión y belleza arquitectónica, por emular un trabajo conceptual teológico, propio para el altar en el ábside de una iglesia.