Sobre planta rectangular se eleva esta capilla de orden ecléctico, con parcial estética al atavío neogótico. Su fachada se dirige al poniente y es de proyección próstila con columnas exentas apoyadas sobre pedestales que se unen al zócalo; este último elemento es decorado por un almohadillado de arcos en ojiva que custodian un antorchado que dentro de su iconografía convierten la estructura en capilla ardiente.

Las columnas de la fachada son de orden compuesto predominando el atavío corintio en su capitel y fuste estriado. La portada maneja una jamba modulada de morfología monolobulada que colinda con el rosetón de ocho pétalos que en su marco ostenta epigrafía dedicada a Joaquina de la Pedriza.

En las enjutas laterales inferiores se proyectan gabletes de motivos florales que se expanden abrazando el rosetón. En la parte superior del tímpano se proyecta una roseta triangular, conformada por la misma secuencia de elementos del rosetón frontal.

El entablamento de la capilla se proyecta a modo de arco de flecha, compuesto por un friso y una cornisa dentada que rodea el conjunto arquitectónico, mientras el arco de flecha se atavía por tres molduras labradas por acantos, orlas y arcos ojivales entrelazados.

Las tres dimensiones restantes de la capilla manejan un acabado de sillar que se homogeneiza ornamentalmente con la piedra labrada a modo de rosetones en relieve de ocho pétalos que se conforman por arcos de espada.

Este monumento funerario cierra su acabado en la parte superior con techo a dos aguas que se armoniza con el arco de flecha, este aun conserva un pedestal de una cruz que coronaba el conjunto.