La Capilla Ardiente surge como parte del proyecto integral de la Mansión del Reposo como nuevo cementerio para la ciudad, planteado por el entonces obispo de Durango José Antonio Laureano de Zubiría y Escalante, quien conformó su base estructural desde el año de 1845.
Después de la implementación de las leyes de reforma y la ley de desmortización de los bienes eclesiásticos, la capilla no pudo consolidarse hasta que en 1873 Juan B. de Olagaray, miembro de la junta directiva para la construcción del Panteón de Oriente, destinó el recurso monetario para su construcción, encargando esta obra arquitectónica a uno de los primeros canteros que ejecutó monumentos funerarios al primitivo Panteón de Oriente, el cantero Aniceto Meraz.
La Capilla Ardiente fue concluida en el año de 1877; su arquitectura es de orden ecléctico y maneja dos ordenes básicos en su estructura: En el exterior maneja un orden jónico con retablo de cantería rosa, próstilo de frontis abierto y peana de palma, este elemento se une a la ventana frontal, la cual aparece decorada con tres copones alusivos a la Providencia. El tambor de la cúpula maneja un decorado por metopas y triglifos cerrando su bóveda con nervaduras y casquetes rematados por una linternilla.
Al interior estuvo estructurada al centro con una base de catafalco decorado por ornamento vegetal y columnas helicoidales. La capilla en su composición monóptero se rodea al interior por columnas jónicas de fuste estriado. En la parte central aparece un altar adosado al muro ornamentado en el frontal por ménsulas de palma que flanquean al centro un medallón conformado por botones de tulipán y una cruz de azucenas a punto de florecer sobre una base de resplandor, motivos que representan un amor renovado en Cristo.